Leyenda de los jueces de Castilla
La leyenda de los jueces de Castilla es una de las narraciones míticas fundamentales de los orígenes de Castilla, ya que además de explicar las razones de la independencia de Castilla con respecto al Reino de León, une a las otras historias legendarias castellanas.
Cuentan las tradiciones que en época del rey
Fruela II, aunque otros dicen que al morir Alfonso X El Casto, los castellanos
se vieron desamparados y no se sentían bien gobernados por los reyes de León.
Estaban descontentos porque tenían por obligación ir a León para hacer negocios
y para acudir a la justicia. El viaje era largo, arduo y difícil y, además,
cuando iban a la corte regia, eran menospreciados y se les trataba con desdén y
desprecio. Veían además los castellanos que los leoneses trataban de acrecentar
sus tierras a su costa en la frontera del río Pisuerga. Por eso, reuniéndose en
junta, acordaron rebelarse directamente y liberarse del dominio leonés.
Eligieron a dos Jueces que serían su caudillos, quienes los gobernarían en la
paz y los dirigirían en la guerra.
Para
evitar que los reyes de León fueran contra ellos, no eligieron a los jueces de
entre la más alta nobleza castellana sino de entre sus caballeros, y dentro de
ellos, a los más prudentes y esforzados. Su nombres fueron Nuño Rasura y Laín
Calvo. Nuño Rasura era un hombre de gran juicio, diligente, recatado y
trabajador, amigo de llegar a acuerdos en los juicios en los que participaba.
Laín Calvo, yerno de Nuño Rasura, era feroz e impaciente, por eso era el
encargado de los asuntos militares y no participaba en los juicios.
De este modo, los jueces de Castilla
gobernaron mientras los reyes de León ponían orden en sus asuntos. Dictaban
sentencias, las fazañas, que se convertirían en la base del
derecho castellano de forma que el Fuero Juzgo dejó de utilizarse en Castilla.
Nuño
Rasura destacó por su capacidad de generar consenso y logró que todos los
nobles de Castilla dejaran a un hijo suyo a su cargo para que fueran educados
todos juntos. De entre ellos sobresalió su hijo, Gonzalo Núñez, de tal modo que
cuando falleció Nuño Rasura, sus compañeros, y los padres de los mismos, no
dudaron en nombrar conde de Castilla a Gonzalo Núñez. Años más tarde sería el
padre del conde Fernán González, quien logró separar definitivamente Castilla
del reino de León.
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